Lo que debería ser un proceso de aprendizaje académico para todos los estudiantes se convirtió en una simple changa alejada de lo educativo y cercana a oscuros intereses.
La universidad nos abre las puertas hacia el campo laboral a través de las pasantías que ofrece e invita a transitar un terreno desconocido para muchos de los estudiantes. La propuesta seduce y muchas veces salda las necesidades de muchos jóvenes, teniendo en cuenta un nivel actual del 7.5 % de desempleo (sí confiamos plenamente en los datos del INDEC) y un 9.1% de subocupación. Sin embargo la propuesta de las pasantías encierra una terrible contradicción. Mientras, por un lado, promete puestos laborales en variadas empresas de carácter publico y privado, por el otro, coarta estas vías de acceso a un trabajo digno en la misma facultad, ya que, es sabido que los empleados de la universidad contratados como pasantes ocupan espacios estancos carentes de movilidad. Es decir, el régimen de pasantías que se lleva a cabo al interior de la Universidad, además de enmarcarse como una de las tantas formas precarias que obtuvieron los puestos laborales luego de las políticas implementadas a partir de los ´90, avala que las personas que ocupan los diferentes puestos sean siempre las mismas, y por lo tanto, limita a los estudiantes que buscan una oportunidad laboral.
La ley 25.165, que implicó la creación del sistema de pasantías educativas, vigente desde el año 1999, tiene como objetivo principal “brindar experiencia práctica complementaria de la formación teórica elegida que habilite para el ejercicio de la profesión u oficio”: Tristemente, muchos de los beneficiarios de las pasantías que la UNLaM ofrece en sus diferentes áreas, desde puestos administrativos, contables, técnicos hasta tareas en el pequeño multimedio conformado por el diario Uno, el Laboratorio de medios y la Ru; luego de haber obtenido esa experiencia se quedan en sus puestos o acaparan otros espacios relacionados a las cátedras. La implicancia que plantea la legislación evidentemente no se cumple; y resulta innecesario dar nombres y apellidos ya que los estudiantes están acostumbrados a ver las mismas caras.
De esta manera, las pasantías no son entendidas para la Universidad como instancias de práctica profesional, ni de formación, ni de aprendizaje sino más bien son puestos de trabajo, donde lo económico pisotea a lo educativo y formativo.
El límite de tiempo en el que se puede otorgar una pasantía también es algo contradictorio ya que este es de cuatro años, lo cual resulta excesivo si entendemos a la pasantía como extensión práctica del aula.
Este abuso que realiza la Facultad así como también las diversas empresas que forman parte de sus convenios es producto de la falta de claridad en la Ley de pasantías que dan rienda suelta a libres interpretaciones. Existen algunos puntos de vital importancia, para un trabajo digno y justo, que no están especificados en la ley vigente, tales como la carga horaria, el salario, los seguros por accidente de trabajo, la cobertura de salud, etc. En definitiva, al estar “ocupados” los puestos que realmente contribuyen al desarrollo académico del estudiante, las ofertas que aparecen en las carteleras generalmente poco tienen que ver con adquirir herramientas que hagan a su educación. Ser recepcionista en un gimnasio, vendedor o vendedora en un local de ropa deportiva, secretaria en una metalúrgica son opciones vistas como changas con las que se tienen que conformar la mayoría de los estudiantes al no poder acceder a los espacios que colaboren con su formación. Son Pasantías que se filtran, lamentablemente, solo eso.
La universidad nos abre las puertas hacia el campo laboral a través de las pasantías que ofrece e invita a transitar un terreno desconocido para muchos de los estudiantes. La propuesta seduce y muchas veces salda las necesidades de muchos jóvenes, teniendo en cuenta un nivel actual del 7.5 % de desempleo (sí confiamos plenamente en los datos del INDEC) y un 9.1% de subocupación. Sin embargo la propuesta de las pasantías encierra una terrible contradicción. Mientras, por un lado, promete puestos laborales en variadas empresas de carácter publico y privado, por el otro, coarta estas vías de acceso a un trabajo digno en la misma facultad, ya que, es sabido que los empleados de la universidad contratados como pasantes ocupan espacios estancos carentes de movilidad. Es decir, el régimen de pasantías que se lleva a cabo al interior de la Universidad, además de enmarcarse como una de las tantas formas precarias que obtuvieron los puestos laborales luego de las políticas implementadas a partir de los ´90, avala que las personas que ocupan los diferentes puestos sean siempre las mismas, y por lo tanto, limita a los estudiantes que buscan una oportunidad laboral.
La ley 25.165, que implicó la creación del sistema de pasantías educativas, vigente desde el año 1999, tiene como objetivo principal “brindar experiencia práctica complementaria de la formación teórica elegida que habilite para el ejercicio de la profesión u oficio”: Tristemente, muchos de los beneficiarios de las pasantías que la UNLaM ofrece en sus diferentes áreas, desde puestos administrativos, contables, técnicos hasta tareas en el pequeño multimedio conformado por el diario Uno, el Laboratorio de medios y la Ru; luego de haber obtenido esa experiencia se quedan en sus puestos o acaparan otros espacios relacionados a las cátedras. La implicancia que plantea la legislación evidentemente no se cumple; y resulta innecesario dar nombres y apellidos ya que los estudiantes están acostumbrados a ver las mismas caras.
De esta manera, las pasantías no son entendidas para la Universidad como instancias de práctica profesional, ni de formación, ni de aprendizaje sino más bien son puestos de trabajo, donde lo económico pisotea a lo educativo y formativo.
El límite de tiempo en el que se puede otorgar una pasantía también es algo contradictorio ya que este es de cuatro años, lo cual resulta excesivo si entendemos a la pasantía como extensión práctica del aula.
Este abuso que realiza la Facultad así como también las diversas empresas que forman parte de sus convenios es producto de la falta de claridad en la Ley de pasantías que dan rienda suelta a libres interpretaciones. Existen algunos puntos de vital importancia, para un trabajo digno y justo, que no están especificados en la ley vigente, tales como la carga horaria, el salario, los seguros por accidente de trabajo, la cobertura de salud, etc. En definitiva, al estar “ocupados” los puestos que realmente contribuyen al desarrollo académico del estudiante, las ofertas que aparecen en las carteleras generalmente poco tienen que ver con adquirir herramientas que hagan a su educación. Ser recepcionista en un gimnasio, vendedor o vendedora en un local de ropa deportiva, secretaria en una metalúrgica son opciones vistas como changas con las que se tienen que conformar la mayoría de los estudiantes al no poder acceder a los espacios que colaboren con su formación. Son Pasantías que se filtran, lamentablemente, solo eso.