Podríamos hacer un retroceso y volver a los niveles más elementales del lenguaje, porque uno de estos vocablos no parece quedar claro para las autoridades de nuestra querida casa de altos estudios. A ver, definamos público, ¿Qué es un espacio público? Es “algo perteneciente a todo el pueblo”, señalaría cualquier diccionario; a lo que podríamos agregar “un espacio de libre acceso”.
ESTE ANHELADO LIBRE ACCESO EN LA UNLaM HOY ES TAN SOLO UNA ILUSIÓN. Basta con iniciar el controvertido curso de ingreso para chocarse con esta realidad. “50 pesos” es la frase que desde el vidrio de tesorería (otra presencia contradictoria en una universidad “pública”) se escucha, la que pone fin a cualquier esperanza de un “libre acceso”. Lamentablemente, hoy el ingreso a nuestra universidad está condicionado por el factor económico.
Siguiendo con la lista, podemos también mencionar la falta de libertad de cátedra, un derecho que toda universidad pública y nacional debe garantizar desde 1918, año en que se dio la reforma universitaria argentina. A este punto el “libre acceso”, en este caso a las cátedras universitarias, sigue siendo una mentira y muestra no solo la farsa de nuestra UNLAM, sino también un importante atraso de mas de ¡90 años! con respecto a uno de los logros académicos mas importantes de nuestro país.
Y para estar aún más actualizado, ese “libre acceso” no se ve tampoco en la nueva y aparatosa pileta olímpica, el último de los espacios pertenecientes al complejo polideportivo que debería ser público por pertenecer a una universidad pública. Muchos dirán “no habría espacio físico para todos los estudiantes en esta piscina semi olímpica”. Pues bien, para sorpresa de muchos, ni aún los estudiantes de Educación Física (quienes tienen en su plan de estudios la materia Natación) están utilizando esta nueva instalación para su formación y deben seguir concurriendo a las piletas del Open Park, en las afueras de nuestra universidad.
La única persona que ha tenido ese libre acceso a la nueva instalación fue el nadador ¡José Meolans!, quien realizó varias prácticas en el predio (e inclusive batió un récord) durante el año pasado, invitado por las autoridades de la UNLAM, que buscaban obviamente jactarse ante los medios de esta nueva instalación. Instalación que, por ahora, no es para los estudiantes.
Y por sobre todas las cosas, este acceso libre no debería ser solo para los estudiantes que forman parte del sistema educativo, sino también para toda la comunidad, a la cual la universidad pública pertenece. No olvidemos que la universidad pública debe ser no solo un lugar de formación sino también un espacio irrestricto que se adecue a las necesidades reales del estudiantado, y que no se limite solo a magnánimas construcciones que ni siquiera cumplen con sus objetivos básicos (ejemplos sobran: una espléndida biblioteca que en muchos casos no cuenta con los libros de una cursada y que cuando si lo hace coloca diversos obstáculos para la lectura de los mismos; un laboratorio de medios cuyos insumos son limitados, y van…)
Por todas estas razones hoy podemos afirmar sin ninguna duda: LA UNIVERSIDAD DE LA MATANZA NO ES AÚN UNA UNIVERSIDAD REALMENTE PÚBLICA, LIBRE Y GRATUITA. ¿Lo será algún día? De nosotros depende…
(ESTA PUBLICACION FUE ENVIADA POR MARIANO, ESTUDIANTE DE COMUNICACION SOCIAL)