El aspecto más desarrollado de la estrategia privatista de la LES lo constituye el avance demoledor de los posgrados arancelados. Un cambio rotundo respecto de la universidad tal cual la conocíamos previamente, que establece al ciclo de grado como un espacio con funciones de nivelación (no siempre ascendente) y filtro. Una especie de gigantesco CBC, en el que cada vez se reciben menos estudiantes, mientras que en el posgrado la relación egresados/ingresantes se duplica. También aquí el argumento de la supuesta “calidad” es refutado, en tanto que en los posgrados nos encontramos, en lo sustancial, con los mismos docentes y conocimientos impartidos en el grado. Pero para el sistema, lo importante es el cartel de “tener un posgrado”. Al calor de la LES la cantidad de posgrados creció más de un 140%, triplicándose en las universidades estatales y duplicándose en las privadas. La tradicional orientación “profesionalista” de la universidad pública argentina (un título de grado que permitía ejercer una profesión) fue trasladada al posgrado. Para los docentes funciona igual con los doctorados. En diversos Departamentos de la UNLaM, al docente que quiera sumar contenidos o mejorar su asignatura se le aconseja, en su lugar, “crear” un posgrado. No hace falta más que un aula, el permiso oficial y la voluntad de arrancarle contenidos a la formación gratuita de los estudiantes para pasarlos a cobrar. La perspectiva no deja dudas.
A la vez, la Universidad de la LES ha avanzado en la implementación de lo que sus teóricos dieron en llamar “políticas de ingreso”. Las máximas elaboradas por el Banco Mundial en este punto son claras: “achicamiento del sistema de educación superior y concentración de la calidad en unos pocos”. Los fundamentos también: “no invertir fondos del Estado, que se pueden usar para transferir a los organismos de crédito internacional, en financiar a estudiantes que no terminan sus estudios o tardan mucho en hacerlo”. En la UNLaM, sigue sin haber una información pública sobre la cantidad de ingresantes cada año. En algunas carreras de Humanidades, como Trabajo Social y Comunicación Social se teme una paulatina reducción en los últimos 5 años. Hay un hecho: muchos estudiantes que ingresan a la universidad no tienen posibilidades de continuar sus estudios, ya sea por la decadencia de la educación primaria y secundaria que no les permite “trepar” a los nuevos contenidos (que por otra parte se van emparejando cada vez mas hacia abajo), como por el hecho de que no disponen de los recursos socio-económicos para hacerlo. Los datos son contundentes, hoy sólo un estudiante del sector de más bajos ingresos logra acceder a la educación universitaria de cada ocho del sector más alto. Los defensores del “equilibrio de mercado” están preocupados por la “excesiva” oferta de profesionales y técnicos que genera la Universidad Pública. Frente a un mercado incapaz de absorberla, proponen limitar el ingreso con cupos, aranceles y exámenes, que restituya el “equilibrio”. Esta mirada solo contempla la formación de profesionales para el mercado.
En el terreno de las ciencias sociales y las humanísticas la política no se diferenció mucho de la que se tuvo hacía las “ciencias duras”. No es de extrañar que en este marco el “pensamiento único”, llamado a proscribir cualquier idea que cuestione el capitalismo, haya desembarcado en la Argentina. El ascenso revolucionario de los ’70 fue estigmatizado como ejemplo de barbarismo social, o en el mejor de los casos como un período de heroísmo pasado de moda. El ejemplo sirve para muchos otros temas, históricos y actuales y no solo de las ciencias sociales. La “calidad” y la “eficiencia” proclamadas por la LES se tradujeron en las humanidades como silencio y amnesia. Junto con el “pensamiento único” florecieron las cátedras únicas, en las que conceptos como lucha de clases, liberación, etc…fueron relegados al cajón de los recuerdos. Los docentes son la herramienta para cumplir estos objetivos. En esa clave, los concursos, cuando los hay, son manipulados por los mismos que ya están concursados para cuidar que no haya ningún nuevo “miembro” que perturbe los pactos establecidos.
Para la conservación de todo este “status quo”, una de las estrategias más efectivas hasta ahora ha sido la implantación de sistemas sumamente restringidos en los modos organizativos de los estudiantes. La conformación de Centros de Estudiantes con debate político en su interior y hacia afuera que permitiera eventualmente discutir estos problemas fue estigmatizada. Las organizaciones estudiantiles hegemónicas – llámese Franja Morada en la UBA o Liga Federal en la UNLAM - funcionan como centros de servicios. Las fotocopiadoras, bares y kioscos o el turismo estudiantil son algunos de los rubros más relevantes a plebiscitar en las elecciones. Las ganancias asociadas a los diferentes espacios sirvieron para rentar un aparato acorde al “espíritu de época” sellando una verdadera identidad de intereses entre las camarillas de “jefes” de la universidad y la dirección estudiantil. La iniciativa para impulsar instancias democráticas de autoorganización estudiantil como asambleas, cuerpos de delegados, etc… es nula. No importa de qué tendencia política o ideológica sean. El debate, la discusión, la organización incluso con fines reivindicativos mínimos es reprimida por distintos canales, desde los mas indirectos a la amenaza y el apriete abierto. Es el gran fantasma para un esquema que se apoya en la inacción, la indeferencia y la cultura individualista de los estudiantes.
(*) Tercera y parte final de un texto programado en tres posteos. Ver 8 y 16 de mayo de 2008: Daniel Martínez: entre la LES, el muñeco Pierri y el Martín Fierro de oro. PARTE 1 y 2 respectivamente.
A la vez, la Universidad de la LES ha avanzado en la implementación de lo que sus teóricos dieron en llamar “políticas de ingreso”. Las máximas elaboradas por el Banco Mundial en este punto son claras: “achicamiento del sistema de educación superior y concentración de la calidad en unos pocos”. Los fundamentos también: “no invertir fondos del Estado, que se pueden usar para transferir a los organismos de crédito internacional, en financiar a estudiantes que no terminan sus estudios o tardan mucho en hacerlo”. En la UNLaM, sigue sin haber una información pública sobre la cantidad de ingresantes cada año. En algunas carreras de Humanidades, como Trabajo Social y Comunicación Social se teme una paulatina reducción en los últimos 5 años. Hay un hecho: muchos estudiantes que ingresan a la universidad no tienen posibilidades de continuar sus estudios, ya sea por la decadencia de la educación primaria y secundaria que no les permite “trepar” a los nuevos contenidos (que por otra parte se van emparejando cada vez mas hacia abajo), como por el hecho de que no disponen de los recursos socio-económicos para hacerlo. Los datos son contundentes, hoy sólo un estudiante del sector de más bajos ingresos logra acceder a la educación universitaria de cada ocho del sector más alto. Los defensores del “equilibrio de mercado” están preocupados por la “excesiva” oferta de profesionales y técnicos que genera la Universidad Pública. Frente a un mercado incapaz de absorberla, proponen limitar el ingreso con cupos, aranceles y exámenes, que restituya el “equilibrio”. Esta mirada solo contempla la formación de profesionales para el mercado.
En el terreno de las ciencias sociales y las humanísticas la política no se diferenció mucho de la que se tuvo hacía las “ciencias duras”. No es de extrañar que en este marco el “pensamiento único”, llamado a proscribir cualquier idea que cuestione el capitalismo, haya desembarcado en la Argentina. El ascenso revolucionario de los ’70 fue estigmatizado como ejemplo de barbarismo social, o en el mejor de los casos como un período de heroísmo pasado de moda. El ejemplo sirve para muchos otros temas, históricos y actuales y no solo de las ciencias sociales. La “calidad” y la “eficiencia” proclamadas por la LES se tradujeron en las humanidades como silencio y amnesia. Junto con el “pensamiento único” florecieron las cátedras únicas, en las que conceptos como lucha de clases, liberación, etc…fueron relegados al cajón de los recuerdos. Los docentes son la herramienta para cumplir estos objetivos. En esa clave, los concursos, cuando los hay, son manipulados por los mismos que ya están concursados para cuidar que no haya ningún nuevo “miembro” que perturbe los pactos establecidos.
Para la conservación de todo este “status quo”, una de las estrategias más efectivas hasta ahora ha sido la implantación de sistemas sumamente restringidos en los modos organizativos de los estudiantes. La conformación de Centros de Estudiantes con debate político en su interior y hacia afuera que permitiera eventualmente discutir estos problemas fue estigmatizada. Las organizaciones estudiantiles hegemónicas – llámese Franja Morada en la UBA o Liga Federal en la UNLAM - funcionan como centros de servicios. Las fotocopiadoras, bares y kioscos o el turismo estudiantil son algunos de los rubros más relevantes a plebiscitar en las elecciones. Las ganancias asociadas a los diferentes espacios sirvieron para rentar un aparato acorde al “espíritu de época” sellando una verdadera identidad de intereses entre las camarillas de “jefes” de la universidad y la dirección estudiantil. La iniciativa para impulsar instancias democráticas de autoorganización estudiantil como asambleas, cuerpos de delegados, etc… es nula. No importa de qué tendencia política o ideológica sean. El debate, la discusión, la organización incluso con fines reivindicativos mínimos es reprimida por distintos canales, desde los mas indirectos a la amenaza y el apriete abierto. Es el gran fantasma para un esquema que se apoya en la inacción, la indeferencia y la cultura individualista de los estudiantes.